Resistir
Esto ha sido una lucha por la dignidad de nuestra existencia, por nuestras libertades, por el actual y evidente derecho a ser quienes somos, y en igualdad de condiciones respecto al resto de la población. Una lucha de décadas, con la consiguiente pérdida de vidas naufragadas en un océano de discriminaciones y las grandes heridas que éstas van dejando.
Hemos llegado hasta aquí también con la alegría de enormes conquistas: visibilidad, reconocimiento, la dulce sensación que ofrece sentirse libre, para quien no se vivió a sí misma libre. Hemos llegado con leyes que nos nombran y nos protegen, los poderes e instituciones del Estado nos tienen presentes, en la educación contamos, en la calle se cuidan de no agredirnos, en la mayoría de las familias es ahora la LGTBIfobia lo que se trata de disimular.
Cientos de personas en pie, pertenecientes a dos o tres generaciones, desde aquel 28 de junio de 1969 en Stonewall, donde se inició el grito de rebeldía que se extendió por todo el mundo, han entregado sus vidas a esta causa, por la dignidad de sus vidas y de las nuestras.
Y sin embargo, siento cada día que todo mi cuerpo, mi ser y mi vida entera me empuja a resistir. ¿Por qué? ¿Qué ocurre?
Ocurre que una niña en su instituto es rechazada por sus compañeras al declararse lesbiana o bisexual, ocurre que un adolescente se esconde y autocensura para no ser acosado y denigrado por “maricón”, ocurre que autodefinirse como persona no binaria hace enloquecer a las masas, ocurre que un cuerpo no heteronormativo provoca recelos o sospechas, ocurre que la autoconciencia que nos habla de estar lejos de ser heterosexual y normativo continúa siendo fuente de miedo y vergüenza. También ocurre que desde ciertos ámbitos de la política nos llaman “lobby”, “grupos ideológicos”, y otras memeces. Nos siguen considerando seres tarados y tratan de dar continuidad a la tradicional heteronormatividad, en detrimento de nuestra realidad. Tienen alergia a nuestros símbolos y actos, a nuestros cuerpos, a nuestras representaciones culturales, nuestras expresiones, a nuestras ganas de vivirnos y sentirnos, como si con todo ello quisiéramos dinamitar sus vidas.
No han entendido que en este mundo cabemos todos, y que la libertad consiste en el respeto y el reconocimiento de la Igualdad. Su libertad no acaba donde empieza la nuestra, su libertad nos quiere callados y escondidos, apartados y marcando su sacrosanta diferencia. Su libertad es la parte buena, la nuestra es la anormalidad que hay que moldear a su cuadratura. Y en el mejor de los casos, dejarnos existir como algo sin posible solución.
Para cuando este artículo se publique habrán pasado ya las elecciones europeas, y hoy estoy sintiendo que nos estamos jugando mucho. La ultraderecha, inexplicablemente, se infla. Estos, y los tibios que ceden a sus ideas reaccionarias, pueden hacernos retroceder décadas en nuestros derechos y libertades. Europa es un faro que alumbra hacia el futuro en muchos ámbitos, perfilando el camino a seguir, y en lo que nos toca como colectivo, lo que aquí ocurra determinará el futuro que nos espera. En nuestro país son demasiadas las Comunidades Autónomas donde la ultraderecha está alzando su voz y ejerciendo el poder que se le ha otorgado, muy a nuestro pesar, tratando de impedir la visibilidad de nuestras celebraciones, censurando la cultura que habla de nosotras, promoviendo valores tradicionalistas y conservadores que nos excluyen, sin comprender y asumir que en la diversidad ganamos todos.
Por todo ello, llamo a la RESISTENCIA. A continuar existiendo, siendo, viviéndonos y levantándonos cada día con la certeza de que tenemos derecho a ser libres, a mostrar nuestros cuerpos, nuestras diferencias, a alzar la voz, a celebrarlo y a exigir Respeto e Igualdad. Y no sólo a quienes os sentís la “nota discordante”, sino a quienes desde algún lugar, amáis a vuestros hijos, nietos, sobrinos, amigos, etc… ¡Súmate a la Diversidad!